### Esta es una muestra del capítulo 2 de la Guía para ahorrar en la factura de la luz -en España ###
La electricidad es un bien muy peculiar porque no se puede almacenar. El trigo lo almacenamos, el agua, el petróleo, los teléfonos móviles, pero la electricidad no. Bueno, sí, ya sé, la almacenamos en las baterías de nuestros dispositivos, en la batería de los coches eléctricos o en las modernas baterías que algunas soluciones nos proponen tener en casa —disruptivo modelo propuesto por Tesla—, pero acogiéndonos a los grandes números podemos decir sin gran preocupación que es difícil de almacenar (1). Esto implica que constantemente la producción y el consumo tienen que estar equilibrados en la red, es decir, tiene que estar produciéndose exactamente lo mismo que se está consumiendo (algo nada trivial). Imaginad que por cualquier circunstancia de una forma no prevista (atípica), en una confabulación satánica todos los consumidores decidiéramos desconectar de la red todo lo que tenemos a una hora previamente acordada (treta planificada maquiavélicamente por grupos secretos de Telegram 😂); no sé si este bajón repentino e inesperado en el consumo haría explotar alguna subestación de la red*, pero lo que sí está claro es que la producción de electricidad (la entrada a la red), tendría que detener- se bruscamente porque no habría dónde meter la energía producida, algo que muy probablemente sacaría de su rutina a los amigos del Centro de Control Eléctrico (CECOEL) de Red Eléctrica (ver detalle en la figura 2.1), que son los que permanentemente se encargan de monitorizar que todo lo que pasa en la red eléctrica del estado español y sus interconexiones con el exterior fluya como debe (2).